Las frutas
son un alimento que nos recomiendan siempre, nuestras madres, amigos, doctores
y hasta parejas. Y es que por un tema de salud o apariencia las frutas siempre
serán una necesidad o privilegio, pero para
mi pensar en frutas es mucho más que eso, y esto me lo hizo saber un amiguito
de 11 años cual nombre es Luis, pero todos le dicen champa, loco triste, gordo
y el ultimo que escuche fue panza de rata, yo en mi caso solo lo llamo champa,
bueno este niño que hoy ayuda a mi padre con algunas cosas de su trabajo, me
hizo recordar a un personaje muy especial, al cual 12 años atrás yo esperaba
como loco un día a la semana, lo esperaba como hoy esperan todas la chibolas a
los wachiturros, como un perro espera a un carro para perseguirlo, como un
enamorado a su flaca una hora hasta que salga de su casa. En fin, el caso era
que este personaje era el típico superhéroe de barrio, el típico papa de los
pollitos, este personaje era “el gato”.
Claro no
piensen que este superhéroe tenia visión de rayos X, y tampoco podía lanzar
poderes y mucho menos volar por los aires, pero hacia mucho más que eso, el
gato robaba sonrisas a los niños, regalaba alegría, amistad y solo se
conformaba con ver las caritas felices de chiquillos que gritaban como loquitos
por que el llegaba a su barrio, claro ustedes se preguntaran, pero si no
volaba, no tenia visión de rayos x, ¿entonces? ¿Qué hacia?
El gato,
como le decíamos y le dicen hasta hoy, un señor de 50 años que tenía una
camioneta roja con la cual recorría cada parte de José Gálvez (lugar donde
vivo) llevando alegría, no crean que era papa Noel, o un alcalde regalando
pelotas a los niños, no, este personaje era un simple platanero que usaba camioneta
roja para ir de barrio en barrio vendiendo sus plátanos, recuerdo que tenía plátanos
de seda, de isla y unos más que no recuerdo
muy bien, el gato, apodo que se gano porque que cada vez que entraba a un
barrio, el empezaba a maullar, si, a
maullar y al escuchar el siempre sonido del maulló nosotros los niños de ese
entonces, corríamos desenfrenadamente al encuentro de nuestro amigo, recuerdo
la cara de chivi, mi vecino del frente con el que hacia competencia para ver
quien llegaba primero, recuerdo el
sonido de su maullido, que sonaba a un gato muy viejo y algo ronco, pero
inevitablemente hacia que mis pies quisieran moverse, lo que hacía tan especial
a este personaje, era que el gato nos juntaba a todos los niños del barrio y
por un momento se convertía en un profesor, si como lo leen, el mismo se podía
delante de nosotros y nos hacía preguntas de matemáticas, sociales, lenguaje y
hasta de religión, las cuales nosotros muy emocionados tratábamos de contestar,
aun tengo las miradas pensantes de mis vecinitos y hermanos, los cuales también
querían participar del evento, más de uno contestaba la pregunta y otros como
yo, solo esperábamos la siguiente.
Siempre había
ganadores, los cuales no se llevaban millones de dólares, o un auto, si no que
solo se ganaban un plátano gratis, un plátano que en ese entonces costaba 10
centavos. Tal vez eso era lo especial , nosotros no lo hacíamos por el premio,
no lo hacíamos por querer ganar algo, si
no por ser felices, por compartir un momento de alegría entre vecinitos, entre
amigos que conocíamos desde que jugamos en la arena, el gato nos enseño que la vida es una pelea constante, en la
cual el premio no siempre es uno muy grande, si no que es algo que dura para
siempre, juntar a tantos niños como lo hacia él era increíble, siempre esperar
un jueves de cada semana era necesario, tratar de escuchar su voz a lo lejos
era cosa de siempre y más importante de todo, tratar de no olvidar que éramos niños
peleando en una competencia justa era siempre un juego en el que todos
ganábamos.
Hoy que
tengo 23 años volví a escuchar al gato, volví a sentir su maullido, no pude
evitar la curiosidad y salí a verlo, Salí a ver a mi héroe de la niñez, el gato
sigue con la sonrisa de siempre ya acompañado de su esposa (la única mujer que
le vi en toda la vida), me miro y de lejos me saludo, yo cordialmente respondí
al saludo y no miento al decir que tenía unas ganas enormes de correr hasta su camioneta
roja, esa misma que venía hace ya 12 años atrás (claro mucho más vieja, y ahora
hacia sonidos que no recordaba que hiciera), tenía ganas de decirle a chivi que
le ganaría esta carrera, que está el premio seria mío, que estaba listo para
contestar todas las preguntas, pero no, por mi cabeza pasaron cada uno de los
recuerdos y escuche como si fuera ayer las risas de amiguitos. Le pregunte a Luis
si es que el gato aun hacia preguntas a los niños, y con una cara algo
confundida me dijo que no, que él nunca había escuchado de las preguntas, yo me
sentía perdido, no podía creer que el gato ya no robara sonrías, ya no regalara
alegría, algo dentro de mi me decía que tenía que saber la razón, que tenía que
saber porque termino la magia, camine directo a él, me miro y me dijo: “como
estas chiquillo, ya estás muy grande, seguro que ya tienes tu mujer y tus hijos”.
Fuera de causarme gracia, lo mire y le pregunte porque ya no hacia las
preguntas, porque ya no quería ser el héroe de nadie, su expresión cambio tan rápido
como cae la lluvia en invierno, y me con una mirada triste me dijo: “yo no deje
de hacer las preguntas, si no que ahora a nadie le importa contestarlas”. Luego
de eso me despedí de él con un abrazo y camine hacia mi casa, en mi intención de
encontrar una respuesta, me di cuenta que el gato no había cambiado, que él era
el mismo de siempre. y que con tristeza entendí que los tiempos ya no son los
de antes, que a un chibolo le interesa mucho mas estar pegado a una pantalla
gritando lisuras, que llenar su vida de felicidad. Yo nunca me gane un plátano,
nunca respondí una pregunta pero mataría mil veces por poder tener 12 y estar
frente a mi héroe.
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