miércoles, 11 de enero de 2012

Clases de Natación

Recuerdo mi niñez con mucha agua, y no precisamente por que me bañara a diario, ya que siendo niño los baños eran uno de mis peores enemigos, el recordar mucha agua en mi paso por la niñez mas bien se debe a toda el agua que tragaba gracias a la ayuda de mis hermanos mayores, déjenme explicarles porque.
como toda persona normal, la llegada del verano es algo que esperaba cada año, el solo hecho de pensar en el sol ardiente quemando cada parte de piel que no tengamos cubierta, es algo tan enfermizo y a la vez tan confortante. el verano llega con los helados, bikinis, raspadillas, y los dos factores mas importantes que hacen del verano un verdadero paraíso terrestre las playas y las piscinas. bueno, siendo un niño me encantaba la idea de ir a la playa o a la piscina, a chapotear y jugar en el agua, sin importarme el terminar mas rojo que un camarón y con arena hasta el los lugares de mi cuerpo que aun no conozco. solo la idea era maravillosa, pero había un problema, no sabia nadar, si, como lo leen no sabia nadar, pero claro eso a mi corta edad era algo normal. con todas las ganas y el empuje de un niño caprichoso me propuse a aprender de una vez, y ahora viene el segundo problema, mis hermanos mayores, cualquiera pensaría que un hermano te ayudaría con algunas clases y te empujaría a salir adelante en este tan grandioso reto, y tal vez en la mente de mis hermanos eso era lo que ellos hacían, claro me ayudaban, cuando me veían caminando agarrado del borde de la piscina y ellos me jalaban al medio para hundir mi pequeña y frágil cebesita, claro me ayudan a bucear, o cuando me arrojaban desde el tobogán mas alto de la piscina, claro eso era para que aprenda piruetas, hay mis hermanos nunca se cansaban de ayudarme, de enseñarme, puedo recordar sus miradas con un orgullo tremendo cuando salia llorando de la piscina, o cuando mis pequeñas manos pedían ayuda antes de hundirse en el agua con cloro. pero bueno ellos eran así, tan desinteresados y buenos. los días de playa no eran muy distintos, como mi familia es pequeña mis padres nos llevaban a todos el mismo día y al mismo lugar, entonces era otra ocasión para aprender a nadar al estilo de mis hermanos, ni bien bajábamos de la camioneta de mi padre yo corría hacia el mar, me encantaba que el agua moje mis pies y correr hasta cansarme, caer tirado en la arena que con el intenso sol quemara mi trasero, mis papas sacaban las cosas y nos ubicaban en lugar donde estaríamos cómodos toda la tarde playera,  aun puedo sentir el olor del arroz con pollo que mi mama llevaba en una olla pequeña, y lo fría que estaba la jarra de chicha morada, gracias a las dos bolsas de hielo que mi mama le ponía, sentir el calor intenso después de jugar una pichanguita donde los equipos tenían de arqueros a mi mama y a mi tía, coleccionar la mayor cantidad de almejas para luego presumirlas entre mis amigos era algo que nunca dejaba de hacer. luego ya cambiado con mi ropa de baño caminaba lento pero seguro al mar, cuando de repente mis pies estaban en el aire y mi espalda estaba sujeta por dos manos flacuchas y largas, eras mis queridos hermanos que habían decidido seguir con las clases, me tiraban una y otra ves al mar esperando que las olas me devolvieran, claro me estaban enseñando a flotar, recuerdo que al salir del mar tenia mas sal que el ceviche que mi viejo se empujaba mientras yo pedía auxilio, tenia mas arena en la cabeza que el castillo que mi mama le ayudaba a hacer a mi hermanita, mientras trataba de correr para escapar del cariño de hermanos, y así terminaba la tarde y teníamos que regresar a casa, recuerdo con tanto amor aquellos días que nunca volverán.
hoy que tengo 22 años, amo el mar, me gusta ir a la playa, me encanta quemar mi piel en el sol, y les cuento con mucho orgullo a mis amigos como es que mis hermanos me ayudaron de pequeño, pero lo raro de todo esto es que después de tantas clases de natación que mis hermanos me dieron, nunca aprendí a nadar. gracias por intentarlo hermanos.......



1 comentario:

  1. Pasó el tiempo, y 8 años después, el niño y joven que no sabía nadar, aprendió a hacerlo. Dejó atrás los miedos y aprendió a nadar. Ahora, el mar, la piscina, y hasta cascadas; las ve con otros ojos, ya que no solo va para mojar sus pies, sino para disfrutar de sus aguas. Puede estar horas y horas nadando y no querer salir, como recuperando tantos años de anhelos y sueños de querer entrar al agua.

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